Las novelas
La novela es el lugar en el que la vida, suma siempre de la realidad visible e invisible, puede llegar a tener ese sentido del que la vida carece, y el novelista, así lo siento yo al menos, suele obrar de una manera confusa, por instinto, porque de lo que habla, la vida, es también confuso y contradictorio. Lo que distingue a la ficción de la realidad es la certidumbre, posible en la primera, frente a la incertidumbre que sitía siempre a la segunda. El autor de novelas, y el lector con él, buscan resarcirse en ellas de la incertidumbre de la vida. Por eso está tan bien puesto el nombre de “novelas ejemplares” y todas las novelas, desde Cervantes, participan de esa ejemplaridad, incluso en el caso de que la nieguen. Las novelas que he escrito hasta ahora son muy diferentes unas de otras en cuanto al tema, pero al mismo tiempo las encuentro parecidas de tono, acaso porque participan de unas preocupaciones que tienen una raíz común. Alguien, a propósito de los tomos del Salón de pasos perdidos, dijo una vez que mis poemas, mis novelas, mis artículos y ensayos podrían integrarse en ellos. Así lo cree uno también. El mismo libro, se titulaba uno de los míos, dando a entender con ello que todos escribimos un libro infinito, un libro común a todos. También, a propósito de mis novelas, he oído decir a algunos que preferían los tomos del Salón, lo cual, por ridículo que parezca, todavía me sigue escociendo un poco, de una manera pueril. Alguna vez lo he contado: al publicar mi primer libro de poemas, nadie quiso hablar de él, pero me alabaron, sin embargo, y mucho, mi trabajo de tipógrafo. Al publicar mi primer tomito de ensayos empecé a escuchar mis primeros elogios como poeta. Vinieron luego los primeros tomos de mi diario, gracias a los cuales los ensayos pudieron resarcirse algo, y sólo cuando publiqué mi primera novela, muchos se hicieron lenguas de los diarios. No sé qué podría escribir ahora para que algunos pudieran leer estas novelas sin tantas comparaciones. Claro que ha habido muchos más que lo han hecho así, por lo que dicen los editores. Acaso han visto lo que he tratado de poner en todas ellas, el relato de unas vidas que buscan, a su paso, un final que suele ser a su vez un origen, como también sucede en la poesía. Porque, se me olvidaba añadir, las novelas que no tienen el hálito de la poesía, para mí son como las hojas secas que sólo tienen vida cuando alguien camina sobre ellas.